viernes, 3 de junio de 2011

PANCHO

Me llamo Pancho, tengo cinco años, el pelo rubio y soy adoptado.
Creo que tengo una vida feliz, aunque mis hermanos que son mucho más grandes que yo, a veces me fastidian mucho.
Mi hermano que es fanático del football, a veces cuando vienen sus amigos me llama y me disfraza con la camiseta de Nacional. Yo no estoy muy seguro de que me guste ser de Nacional, pero como soy más chico y no puedo decir nada lo dejo. La otra, mi hermana Vivi, me pasa besuqueando, y siempre quiere tenerme a upa, aunque yo a veces me enojo. Cuando yo me enojo, ella me dice: —Pero miren, llegó el hombre de la casa. Yo no entiendo lo que dice, pero me parece que me toma el pelo. En verano, me pone una capa roja, y un gorro de papá Noel, y llama a sus amigas para sacarse fotos conmigo. Esther es la señora que viene dos veces por semana, y a veces le da lástima y me lleva a pasear, porque los demás siempre están ocupados. Mi mamá es buena, pero trabaja todo el día. Ella les dice a mis hermanos, —A ver si sacan a pasear a Pancho, pero siempre tienen que estudiar o hacer pavadas, como estar todo el día tirados en la cama escuchando música. A mi me gusta la música, y cuando mi hermano se pone a escuchar, yo me siento cerquita de él. Entonces el me dice —Vení Panchito, y me sube a la cama y me acaricia.
Mi hermana Vivi, me compra siempre capas para la lluvia. Mamá dice que no puedo mojarme porque ya tuve una infección en los oídos, así que tengo que salir con esas capas horrorosas. También está Martín, que es un loro barranquero muy tonto, que aprendió a gritar mi nombre, y se pasa gritando Panchooooo. Un día que gritaba mucho, tiré la jaula al piso, y se le salieron algunas plumas. Ahora se queda en el molde como dice Vivi.
La que me quiere más es mi mamá, pero trabaja todo el día. Pero me lleva al doctor, me da los remedios, me da de comer, y los fines de semana cuando está lindo me lleva para afuera. Mis hermanos ni locos van, porque dicen que allá afuera se aburren. Son tan bobos. Como se van a aburrir si el jardín es precioso. Hay pasto por todos lados, y pájaros y árboles. A mi mamá no le gusta que yo corra a los horneros, pero yo no los lastimo, solo los corro para jugar. Yo tengo como cinco amigos y amigas que apenas llego vienen corriendo a saludarme, y además mamá me lleva a la playa y yo corro, y corro y nunca me canso. Mamá siempre me dice, —Pancho no te me salgás de la vista, porque yo corro y corro, y ella tiene miedo de que me pierda. Cuando los niños se pierden en la playa todos aplauden, para ver si lo encuentran. Al que no quiero mucho es a Javier, el amigo de mi mamá. Antes era bueno conmigo, pero parece que empezó a no ver muy bien, y entonces se la agarra conmigo, y cuando mami no está mirando me da la tal patada, yo lloro, y mamá no sabe nunca que me pasa. Yo oí algo como que tiene una ceguera progresiva, y él se enoja por eso y da puñetazos sobre la mesa. De la rabia debe ser, pero yo no quiero que me de patadas. La semana pasada sentí que me iban a llevar a una escuela especial para que lo ayudara. A mi no me importa ayudarlo, pero si me llega a dar otra patada, le voy a gritar que él no es mi padre, y que nadie me puede pegar. Creo que a mi mamá le da lástima que Javier no vea, pero ella no sabe que me pega. Si supiera creo que le pegaría, porque mi mamá nos cuida a todos.






Mamá a veces se sienta en el sillón y no dice nada, pero yo sé que está triste. Yo me quedo quietito a su lado, y a veces ella me mira y me dice —Que muñeco precioso que sos Pancho, te voy a dar un premio por portarte tan bien. Y me trae unas galletitas muy ricas.

Esta escuela especial no es fea, pero todos los demás vienen hace años, y tienen la misma edad que yo, así que me da vergüenza, porque ellos ya saben cosas que yo recién estoy aprendiendo.

Ahora me hacen salir a caminar con Javier por la calle. El no me pasea, yo tengo que caminar con él para que se acostumbre, pero cada día tiene peor humor y yo no tengo la culpa. Y además nunca me habla. La otra vez solo me dijo, —a ver si caminás, estúpido. A mi me da lástima que se le esté apagando toda la luz como oí que le decía a alguien, pero se está volviendo malo. Consiguió algo como lo que usan los que montan a los caballos para que se apuren, y me pega con eso. Yo ya estoy muy cansado.

La otra noche se pudrió todo, como dicen mis hermanos. Javier estaba más malhumorado que nunca, y cuando estábamos por cruzar, el me pegó fuerte con ese latiguito que había conseguido. Yo me di vuelta, salté y se lo saqué, él se cayó y se golpeó la nuca contra el cordón de la vereda y no se movía. Yo quise gritarle —Vos no sos mi padre para pegarme, pero solo, me salió un Guau, probé de nuevo y solo salían Guau, y otro Guau, y otro más, y entonces sentí gritar a un vecino,
—A ver si hacen callar a ese perro de mierda.

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