jueves, 2 de septiembre de 2010

Los raros

Camino siempre despacio de regreso a casa. Me gusta mirar las baldosas y hacer jueguitos, piso esta, me salteo la otra. Amago una y piso la otra. A veces hago como si estuviera jugando al ajedrez al caminar y según sea caballo o alfil o torre lo que muevo, me deslizo suavemente, como patinando. Casi siempre cuando estoy caminando canto. Me gusta cantar. Estoy en el coro del colegio, aunque yo canto otras cosas, no esas pavadas que te hacen cantar en los coros. A veces pienso que estoy medio loca. Escuché a mamá decirle a mi tía por teléfono que yo siempre estaba ida, pero no entendí lo que quiso decir, ida, a donde?. Las personas grandes tienen lenguajes raros. Recién este año me empezaron a dejar ir sola al colegio. Siempre me tenía que acompañar o mi madre, o mis hermanos, o la señora que limpia, pero yo no quería que me acompañaran. Me hacían burla por venir acompañada, como si fuera una nenita de tres años. Ya cumplí ocho y estoy en tercero y mis compañeros salvo dos o tres, son medio tarados. Los otros dos o tres que no son medio tarados, son raros como yo, o tienen padres medio locos o divorciados. Ahora me dejan venir sola y con una sola cola de caballo, porque antes me peinaban con dos colas y en el colegio me hacían burla, y cuando estaba distraída me pegaban chiclets. Una vez que me di vuelta justo en el momento en que Sofía me estaba plantando el chicle, le di tal sopapo que nunca más pasó ni siquiera cerca de donde yo estoy.
La mejor de todas es Laurita, aunque es media burra. Pero es buena y además le tengo mucha lástima porque tiene una cara muy triste. Ella no dice nada, siempre está callada. No es muda, aunque todos los de la clase le dicen “la muda”. Pero ella no habla porque no quiere, o porque no tiene gansadas para decir como el resto de la clase. Solo contesta si le pregunto algo, sino, se sienta al lado mío y se queda calladita. Un día que quería jugar con ella, la agarré del brazo, y ella dio un chillido y se soltó. Después me explicó que era porque tenía el brazo lastimado y le había dolido, pero yo creo que es porque tiene unas lastimaduras muy feas y no quiere que nadie de la clase las vea. Yo las ví un día que hacía mucho calor y Laurita estaba distraída y se empezó a remangar la camisa del uniforme. Cuando se dio cuenta enseguida se bajó la manga. Lo raro que el último día me pareció que era el otro brazo el que tenía lastimado. Capaz que tiene los dos lastimados. Capaz que los hermanos la pelean y la lastiman. Después está Viviana. Ella es divertida y nos reímos, pero a veces se quiere hacer la viva y me copia los deberes, y los problemas de matemáticas. Pero no puedo culparla mucho. La madre se murió, y dicen que el padre se emborracha o algo parecido. Me parece que gusta de Marcos, aunque él está todo el día con los tarados de Javier y Nacho hablando de pavadas y diciendo malas palabras. Somos cinco los raros. Martín es uno de los varones. Le gusta estar con Laurita o con Viviana o conmigo, pero no lo puede decir porque los demás varones le hacen burla de que se junta con las raras, pero cada vez que puede, o cuando los idiotas están lejos, se nos pega a nosotras y nos hace reir. Vivi dice que gusta de mi, pero no estoy muy segura. A mi Martín me gusta, pero distinto. El caso peor es Agustín. Creo que a Agustín no le gustan los varones. No se si le gustan las niñas, pero es el más raro. Es bueno conmigo, sabe jugar a las damas y no molesta a las niñas, pero los varones son malos con él. Una vez vi que le gritaban ”Agustín la marica” , pero él no les hizo caso. A veces son tan malos los niños… A veces quisiera que se murieran todos, los que le hacen esas lastimaduras a Laurita, los que le gritan a Agustín, los que le hacen burla a Martín, y los que lastiman a los perros, a los gatos y a los pájaros. A veces pienso que eso de hacernos confesarle al cura si tuvimos malos pensamientos, o si hicimos cosas malas es medio entreverado. A mi no me gusta contarle nada al Padre Francisco, porque es un viejo nabo que no entiende nada. Pero si yo algún día veo a alguno de los varones lastimando a algún perro, o haciendo sufrir a un gato, o tirándole un hondazo a un pájaro, y agarro una piedra y se la estrello en el medio de la cara al desgraciado, no quiero tener que ir a confesarme al Padre Francisco. Por eso debo de estar en el grupo de “los raros”.
Yo no sé por qué estoy en el grupo de los raros. No se si me pusieron los demás de la clase, si fueron los profesores, o si fui yo porque tengo pocas pulgas como dijo un día mi padre. Estaba hablando con unos colegas, y oí que les decía, -la menor es media rara, habla poco, aprendió a jugar el ajedrez a los seis años, y siempre anda como en el limbo, y además es de pocas pulgas. Yo no entendí mucho. Para mi la única que tenía pulgas era la Meche que es la labradora que nos había aguantado a todos sin jamás a morder a nadie, no siquiera a Matías que la maltrataba abiertamente. Un día que Matías estaba fastidiando mucho a la Meche, y ella lloraba pero no le mostraba los dientes, solo lloraba, yo agarré un libro que había sobre el escritorio y se lo tiré por la cabeza. Saltó Matías, saltó la Meche y el pobre libro quedó culito para arriba en el piso. Matías no se mete conmigo porque sabe que si me enojo le puedo pegar fuerte, pero siempre trata de hacerme trampa cuando juega a las cartas. A veces mi mamá me ponía una cosa pero para mi era para los mosquitos y no para las pulgas, pero no estoy segura. No se si tengo pocas pulgas o pocos mosquitos, o poca paciencia como mi abuelo, como dice mi abuela. No se si soy rara, aunque a veces cuando veo a mis compañeros de clase y los veo tan malos y peleadores, o cuando veo a mis hermanos y los veo tan mandones y tramposos, o cuando veo a la gente que siempre está gritando, o mintiendo o tratando de que no se enteren los vecinos, entonces no me importa ser rara, y muchas veces me dan ganas de andar a las pedradas con todos los no raros.

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