lunes, 25 de noviembre de 2013

Acoso

Acoso La niña ya había visto a su hermano llegar llorando del colegio, no una vez sino varias veces. Era menor que ella, y no podía aguantarlo. Ella ya había pasado por eso antes, y pudo solucionarlo a su manera. La niña pensaba que ella era distinta, y no le importaba ser distinta, pero a todos aquellos vándalos como los llamaba el abuelo cuando molestaban a su hermano, no les gustaba que hubiese niños distintos. Siempre molestaban a los gordos, o a los que usaban lentes, o a los que no podían hacer deportes, o a los pecosos. El hermano de la niña no usaba lentes, era flaco, era bueno en los deportes y no tenía pecas. Era tímido, y solo cuando lo llamaban al frente o lo hacían parar para leer, tartamudeaba. Ese era el punto de apoyo de todos los matoncitos. Y de los demás, porque los espectadores eran tan culpables como el matón principal. La niña pensaba que su hermano sufría, pero no decía nada, y cuando su madre empezó a quejarse de que su hermano, con nueve años cumplidos, había empezado a orinarse en la cama, supo que ya había llegado al límite. El último día que la niña que se creía distinta vió a salir del colegio a su hermano con lágrimas en los ojos, y a los matones de turno correrlo a las pedradas, supo que tenía que hacer algo.  Ella era distinta porque en lugar de jugar a las barbies, o de hablar de idioteces, le gustaba espiar a la gente. A su madre, a sus abuelos, a su hermano, pero sobre todo a su padre. El padre de la niña que se creía distinta hablaba mucho con los clientes y ella había sentido varias veces usar la palabra bullying, y que su padre decía que tenían que denunciarlo, así que la niña esperó a su padre después que se fue el último cliente y le dijo que tenía que contarle una cosa. El padre de la niña que se creía distinta, la abrazó, la zarandeó un poco y le dijo que estaba muy ocupado. La niña le dijo que él siempre estaba ocupado, y que no podía ver, que su hijo, el hermano de la niña que se consideraba distinta estaba sufriendo de bullying o como quiera que se llamara, que en el colegio le pegaban y que había vuelto a orinarse como decía mamá porque no quería ir al colegio, y que si él, el padre de la niña que se creía distinta no hacía nada, su hermano iba a hacer igual que aquel otro niño, hijo de sus clientes y  al que nadie escuchaba y se iba a terminar tirando por el balcón, o haciendo algo peor. La niña no sabía que podía ser peor, pero igual quería que su padre supiese que su hermano estaba pasando por eso tan horrible que sus clientes le iban a consultar. Recién en ese momento el padre de la niña se puso serio. Como pudo ser, como no me di cuenta, cómo nadie se dio cuenta, que barbaridad, dijo el padre de la niña y se agarró la cabeza con las dos manos. La niña se sentó y le dijo a su padre que se fijara en una página de la porquería de Facebook, donde todos los matones del colegio hablaban de hacerle la vida imposible a su hermano, y que los matones eran dos, peros los demás eran todos tan matones como los matones, porque no decían nada, o apoyaban o se reían. El padre de la niña que se creía distinta le preguntó como ella sabía todo eso, y la niña le respondió que ya tenía diez y a los diez todos los niños tienen Facebook y ahí se ponen fotos, o videos y otros idiotas dicen me gusta y ponen un dedo para arriba, pero ella sabía que los matones le ponían me gusta a las fotos tirándole piedras a su hermano. También sabía que su hermano no quería ir al campamento del colegio porque no la iba a pasar bien, y que además si se hacía pichí en la cama los matones le iban a hacer más burla y lo iban a poner en Facebook para que otros estúpidos pusieran me gusta. Y ellos no tenían balcón, pero su hermano podría encontrar algún otro balcón de donde tirarse si publicaban que se hacía pichí en la cama y los demás ponían me gusta. Y la niña dijo que ella lo había defendido algunas veces, pero no quería seguir haciéndolo porque si no los matones le iban a decir que era un mariquita y que lo tenían que defender las mujeres. La niña se quedó sin aire y el padre la abrazó. Dos días después el padre convocó a una reunión con la dirección del colegio y con los padres de todos los alumnos. Todos se mostraron escandalizados por las barbaridades que habían publicado en las redes sociales, y la página fue borrada de inmediato.  De los dos autores, uno era el ideólogo, y el otro era un muchacho muy tímido pero que tenía extraordinarias habilidades con las tecnologías nuevas, que fue el autor físico. Pero los padres del autor ideológico no quisieron aceptar la responsabilidad, ya que no era el hijo de ellos el que había creado la página. Los dos padres del autor ideológico eran abogados, y no querían asumir el hecho de que su hijo había sido no solo el ideólogo, sino también el instigador del acoso. Finalmente, el padre de la niña que se creía diferente, les dijo a los padres abogados del niño que había sugerido los acosos al hermano de la niña,  que en lugar de pensar como abogados pensaran como padres, y que imaginaran como se hubiese sentido su hijo si el acosado hubiese sido él. El colegio tomó una resolución salomónica, y suspendió temporariamente a los dos autores por una semana, y después se reintegrarían a prueba durante el resto del año. Si por alguna razón hubiese una sola queja sobre ellos, ya fuera social o académica no podrían matricularse el año próximo. El padre de la niña que se creía diferente,  llegó a la casa contento con el resultado de la reunión, pero en el fondo se sintió absolutamente conmovido por el mundo que les estaba tocando vivir a sus hijos. Llamó a su hijo lo abrazó y le pidió perdón por lo que había pasado. Después fue a su estudio, cerró la puerta con llave, recordó de su propio pasado de acosador y lloró, lloró, lloró.

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