jueves, 13 de mayo de 2010

Amistades Peligrosas (Crónica inventada del Caso Feldman

Amistades peligrosas

La Dra. Benítez venía caminando por el pasillo del juzgado, haciendo caso omiso de las preguntas impertinentes de los periodistas. Eran como un enjambre furioso, ahogándola con los micrófonos.
Los apartó como quien espanta mosquitos, con un gesto de su brazo derecho, y entró en el despacho que tenía asignado para su vista preliminar.
Maruja, su asistente de tantos años, la estaba esperando con el café recién hecho. Cuando estaba en camino le había avisado por el celular que lo tuviera pronto. Maruja le ayudó a quitarse el tapado corto y demasiado chillón, y le corrió la silla del escritorio, como un marido atento.

—No lo puedo creer. ¿Quien llamó a declarar a este estúpido de Parrado?
Yo creo que se presentó el solo, porque necesitaba algo de cámara. Y como nadie lo llama para pedirle su opinión de psicólogo, llamó el mismo a la prensa.
-¿Vos leíste las estupideces que dijo?. Mirá, léelas en voz alta.

“En base a estos aspectos, Parrado explicó que “visto desde afuera, Saúl Feldman era una persona socialmente aislada. Tenía escasos o muy restringidos vínculos. Una persona introvertida. Emocionalmente con pocos vínculos conocidos: amigos, pareja, vecinos, etc. Esos rasgos se ajustan y son funcionales a una persona que tiene una actividad ilícita. Habitualmente se tiende a aislar para que la gente no sepa lo que está haciendo”.

—Esta descripción para mi es la de cualquier adolescente tímido de 13 años que se encierra a masturbarse. Pero hay que joderse con este Parrado, se cree que descubrió la pólvora cuando en realidad está haciendo el papel del que estudió psicología por correspondencia, justo en la época de la huelga de correos.
Así que entonces como tipificaría a los Peirano Brothers. No se escondían, vivían bien visibles, y estafaron a un pueblo.

—¿Me llamó la Dra. PocaMontas?

—Ay Doctora, no la llame así, porque cuando llame me voy a tentar.
Si, la llamó por el tema de la comisaría 12 y del grupo GEO, y sonaba bastante disgustada.

—La recontraputa madre, ya se enteró de que Feldman preguntó si eran de la seccional 12ª. A propósito, averiguame quien es el comisario de la 12.
-¿Y a quien mierda se le ocurre decir que el tipo se suicidó con 18 balazos? Hubiera sido menos sangriento que se suicidara con un tenedor de plástico.
Y sale Jorge que más bien parece un pato, a cada paso una cagada, a patear el tablero con especulaciones y acusaciones que solo salen de su mente febril.
—Y el otro, –el que dice estupideces- sale a hacerle bromas a sobre el Viagra. Todos sabemos que Batlle es una máquina de decir pavadas, pero tiene diez mil cosas para caerle, y no justamente con la edad. Se ríe el muerto del degollado
Si yo fuera Jorgito, le agradecería el consejo y le diría ¿y por casa, cómo andamos?

Ambas mujeres se ríen.


—Gracias a Dios Maruja, que si hay dos cosas que nosotras no vamos a tener nunca, es problema de próstata y usar viagra.

-Doctora, si me permite, la pregunta, Ud. que cree, que pasó?

—Mirá Maruja, yo no se bien lo que pasó, pero tengo estas dudas:
¿Fue un accidente fortuito, que requirió la llamada a los bomberos?
¿O fue provocado?.
En una casa vacía justo hay una factura de una veterinaria con el nombre Feldman. ¿De donde sacaron la dirección de Shangrila tan rápido? ¿Vos fuiste alguna vez a un balneario y encontraste la dirección así como así?. Nooooooo, tenés que dar mil vueltas porque es la manzana B, solar H, y cuando preguntás nadie sabe donde queda nada.
¿Por qué fue la policía de Montevideo, y no la de Canelones al operativo?
¿Cómo carajo el grupo GEO dejó todo para el otro día dándole tiempo de hacer desaparecer la documentación?.¿A quien comprometían los papeles?
Como todo eso fue el fin de semana largo, con un clima de porquería, yo estaba afuera, y nadie, nadie, me llamó, cuando me llaman hasta cuando meten adentro a cuatro o cinco de las barras bravas.
Como decía mi abuelita: Mala tos le siento al gato. Es más, no se si le siento mala tos, o hay gato encerrado, y me parece que más de uno.
Además se apresuraron a decir que no hay móviles políticos. Yo no creo que los tenga, pero espere un poquito antes de decir nada.
Y lo que si espero a que nadie se le ocurra embarrar más la cancha diciendo que esto tiene alguna connotación antisemita.
Y por último, la frutilla de la torta, me acaba de llamar el Juez Jorge Díaz y el Fiscal Perciballe, para invitarme a almorzar. Claro que no pagan ellos. Lo meterán en la bolsa de los gastos de viáticos, pero de cajón que me van a pedir que les esconda algún esqueleto en el armario. Saben que yo tengo contactos, investigadores, y que no me voy a tragar el cuento que me quieran hacer creer. Creo que me llaman para negociar. Para tapar a algún jerarca del Ministerio del Interior o del de Defensa.
Alguien autorizó las cuatro cédulas falsas. Alguien no revisó los permisos de armas a un no coleccionista. No se si está metido alguien del Servicio de Armamento del Ejército, o capaz que viene por el lado del gobierno.

—Dra., que está insinuando, Ud. piensa que el hermano de Rodolfo puede tener algo que ver?

—Maruja, no se cuántos años hace que trabajás conmigo, pero cada vez te parecés más a Monsieur Hercules Poirot. Estás razonando casi como lo haría yo. Pero no eran armas nuevas. Creo que eran armas uruguayas, o que compró el estado uruguayo en algún momento. O que confiscó el gobierno uruguayo en algún momento, o que alguien le robó al ejército uruguayo.
—¿Me seguís?

—Si, doctora, pero como la conozco hace años, se cuando está lúcida y puede descifrar algo en veinte segundos, y cuando está con miedo. ¿Que le pasa?

—Ya sabía yo que eras mejor que Poirot. No me reconozco, estoy lenta, miedosa, preocupada. Te diría que estoy aterrorizada.

—¿Qué le sucede, doctora, es esto de Feldman, o es otra vez su hija?

—Acertaste de nuevo. Esto de Feldman es algo que tarde o temprano se va a solucionar, y en cuanto a las cédulas falsas, ya deben tener al chivo expiatorio a quien cargarle el fardo, y lo mismo ocurre con el tema del arsenal. Los milicos nuevos ya deben tener a algún cabeza de turco a quien enchufarle el fato. Y si no, dejaran pasar el tiempo y con la Navidad y el Fin de Año, nadie más va a querer acordarse de lo de Feldman

La doctora se sienta, se pasa la mano derecha por el pelo, se mira las uñas muy prolijamente manicureadas, mira a Maruja y le dice:

—Hoy hice algo horrible, pero no pude evitarlo. Sandra hace tiempo que me tiene preocupada, y vos lo sabés. Entre la banda de estúpidos que faltan al liceo con ella, yo no se si son “dark” o “floggert”, todos con el mismo corte de pelo, todos vestidos de negro, y con la cara llena de aros, aritos, piercings, yo que no estoy en todo el día, estos tarados que me roban las botellas de whisky como quien le saca caramelos a un ciego. No sé, se juntó todo y algo más, algo que no te puedo explicar.
Intenté hablar con ella varias veces, pero no me habla, me mira con una cara como del más allá, y noté que me empezó a faltar dinero. Como la señora que tengo es de toda confianza, le pregunté a Sandra, y por supuesto negó todo. Pero me empezaron a faltar sumas grandes, así que dejé de dejar dinero en casa. Y ayer me di cuenta por casualidad, que no estaba mi pulsera de malla de oro, que hace quinientos años que no la uso, pero ayer, abrí el cofre para sacar otra cosa, y faltaba la pulsera.

Maruja, la mira, le sirve otro café, y le pregunta:

—¿Qué es lo que hizo hoy que está tan aterrorizada?

—Metí a alguien en este baile que puede estar implicado en el caso Feldman, y me aterra lo que pueda descubrir de Sandra. Y me aterra más que me pida reciprocidad si tiene que sacar a Sandra de algún lío.
Vos sabés que tengo una casi amistad con Guarteche.
Hoy seguí a Sandra al liceo desde lejos, y ví que no entraba. Se juntó con varios de estos engendros en la esquina del colegio. Esperé un rato y vi como una camioneta grande llegaba y se subían todos. Tomé la matrícula y llamé a Guarteche.
Tengo terror en lo que va a pasar en la próxima media hora.
Si me llama Jorge Díaz y me dice que Guarteche está involucrado, y si me llama Guarteche y me dice que mi hija –que ya cumplió los 18- está involucrada en consumo y comercio de droga.
Tengo terror pánico de que suene el teléfono.

Maruja se pone a recoger las tazas de café usadas, cuando suena el teléfono privado de la doctora.
Las dos mujeres se miran.
Maruja se acerca lentamente al teléfono que sigue sonando.

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