viernes, 7 de mayo de 2010

Cosas prestadas

Cosas Prestadas


Yo decido, tu decides, el decide. Nosotros decidimos. Ellos deciden.
María toma las llaves del auto y sale a la calle.

-Nunca fui buena con las conjugaciones en pronombre personal, piensa.
-Yo NO decido. Yo dejo que las cosas pasen, me aplasten, me exploten en la cara, y luego tomo el camino más cerca de la puerta. La salida fácil.
Se acerca al auto, cuando de repente se detiene.
-Hoy voy a decidir no manejar. Estoy muy nerviosa para manejar, así que caminare hasta que me canse y luego llamare a un taxi.

Maria esta nerviosa porque se le juntaron el pasado con el presente, y el punto de convergencia no deja ver ningún futuro promisorio.

Maria dejo atrás a Marcelo para hacer su vida con Roque, de quien tiene tres hijos.
A pesar de los tres hijos, Roque y Maria nunca congeniaron en nada, ni siquiera en la cama, y Marcelo fue la materia pendiente de Maria, hasta que una noche coincidieron en un “avant-premiere” a la que por esas cosas de la vida Roque había faltado con aviso.

La abuela Coca decía que no había que tentar al diablo, pero a los treinta las tentaciones crecían en el suelo como los hongos los días de lluvia.

Por supuesto que hubieron muchas más exposiciones, vernisages, conciertos, desfiles de modas y hasta velorios.

Maria no tardo mucho en darse cuenta que Marcelo era únicamente un buen amante, pero nada mas. Ni siquiera lograba la calificación de muy bueno.

Pero Marcelo se lo estaba tomando muy en serio.
Un dia cuando estaban despidiéndose, le dijo:
-Mi mujer se esta avivando, y en realidad no me importa demasiado. Me dijo que cuando los hombres casados se empiezan a comprar ropa interior ellos mismos y pasan del calzoncillo al slip, o del slip al bóxer, es porque tienen publico al que exhibir sus bíceps o tríceps.
Yo casi le digo que estoy viendo a alguien, pero a último momento no pude hacerlo. No es cuestión de lastimarla porque si. Y no se que va a pasar con nosotros.-

Maria ya no lo escucha. No había pensado en la mujer de Marcelo.
Tampoco había pensado en un futuro con Marcelo.

Solo que hoy, justo hoy, un miércoles cualquiera de julio, cuando estaba por entrar al baño a ducharse, sonó el teléfono.
Como no le daba tiempo de llegar hasta el teléfono del dormitorio, y el resto de la familia estaba terminando de desayunarse en la cocina, sintió el clic del contestador y una voz que decía:

-Soy Cristina, la mujer de Marcelo. Quiero que nos veamos hoy a las cinco de la tarde en el café Vienes de la calle Convención.
No se si Ud. sabe que odio prestar ropa. En realidad no me gusta prestar nada.
Nos vemos a las cinco.

Maria no puede olvidar la cara de Roque cuando se despidió.
No puede olvidar la pregunta de su hija del medio: -¿quien es la mujer de Marcelo?
¿Le pediste algo prestado?.

Hoy es un miércoles cualquiera de julio, son las cinco menos cuarto de la tarde y Maria piensa que ya es hora de aprender a conjugar el verbo con que ha estado jugando todo este tiempo, en pronombre personal, y empieza:


– YO LASTIMO, TU LASTIMAS, EL LASTIMA….

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