jueves, 6 de mayo de 2010

Los gemelos

Los gemelos

Daniel y Carlos eran gemelos en todo, salvo en sus personalidades. Daniel era abierto, extrovertido y fanfarrón. Carlos era tímido, no hablaba mucho pero soñaba despierto.
Hasta las voces eran iguales.
Cuando eran bebes su madre casi no podía distinguirlos, y a veces para saber a cual de los dos le había dado la mamadera, le ponía una cintita roja.
Con el tiempo decidió vestirlos totalmente distintos, lo que según la abuela Carmen motivó la diferencia de personalidades.
Daniel había desarrollado una extraña cualidad. Podía anticiparse mentalmente a cualquier deseo de Carlos.
Daniel no fue muy conciente de eso hasta muchos años después. El se lo explicaba como que eran sus propios deseos, ya que su hermano y él eran espejos, aunque uno estuviera vestido de azul y el otro de verde.
Para Carlos en cambio fue toda una pesadilla.
Si quería jugar con el autito verde, ya Daniel lo había agarrado. Si quería tomar un refresco, ya estaba Carlos en la heladera con la botella en la mano.
Si quería ir al baño, Daniel entraba corriendo y lo ocupaba.
Con el tiempo se agravaron las cosas, así como se agudizó la timidez de Carlos.
La época del liceo fue nefasta. En clase cada vez que pensaba en intervenir, ya estaba Daniel levantando la mano. Cuando le fue a pedir al entrenador que lo pusiera de golero, este le contestó: —Che, parece que tienen los mismos gustos, tu hermano acaba de pedírmelo.
Cuando apareció Cecilia, toda rubia y angelical, Carlos supo de antemano que el partido estaba perdido antes de jugarlo.
No quería pensar en ella a propósito, para no verla alejarse con su hermano.
Pero a los quince años es casi tan imposible detener los pensamientos como las hormonas.
Cuando perdió a Cecilia supo que si su hermano tenía el don de anticiparse a sus más secretos pensamientos, él en contrapartida tenía que tener algún poder especial que los equilibrara.
Fue así que empezó a observar a su hermano día y noche, hasta que un día supo cual era su pequeño poder oculto.
Daniel podía adivinar todo lo que pensaba, quería o deseaba Carlos, pero no podía saber que era lo que quería el mismo.
Tenían los cuerpos cruzados, o tal vez las mentes.
Cuando Carlos supo con certeza que era lo que quería Daniel, también supo que era lo que debía hacer para que no lo tuviera nunca.

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